Los Redondos: la experiencia
por Nicolás Barrasa
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Nací en los 80 y nunca fui al Italpark. Por
alguna circunstancia que todavía no puedo precisar, nunca me llevaron a ese
parque de diversiones que quedaba al final de la Avenida Callao. Esa
es una deuda pendiente. Pero por fortuna, por estar en lugares correctos y en
momentos indicados, pude ver a los Redonditos de Ricota. Dos veces: primero en
River y después en Córdoba.
Podría decir que llegué tarde pero no del todo, me perdí la primera época de pubs como Stud Free Bar, Palladium o más tarde, Go (boliche marplatense). Llegué cuando el monstruo estaba armado y a punto de morir. Una banda con brillo inmenso, como una gran sombra aglutinante que fundía gente y lograba que el público fuera una verdadera masa; una aplanadora.
En vivo no sonaba como en el disco, sonaba mejor que en el disco. Al sonido lo acompañaban los artilugios artísticos de Rocambole (un artista impecable) reflejados en pantallas gigantes, con una estética inédita. Si hay una palabra que los defina, creo que es “comunión”: miles de individuos perdidos en el campo de cualquier estadio, con lluvia o con sol, pasando el doble cacheo y detector de metales. Una verdadera misa. Afortunadamente, hubo personas que se habrán molestado en llevar grabadores gigantes y/o bártulos, que podrían hoy en día ser una heladera, para grabar recitales en esa época.
Podría decir que llegué tarde pero no del todo, me perdí la primera época de pubs como Stud Free Bar, Palladium o más tarde, Go (boliche marplatense). Llegué cuando el monstruo estaba armado y a punto de morir. Una banda con brillo inmenso, como una gran sombra aglutinante que fundía gente y lograba que el público fuera una verdadera masa; una aplanadora.
En vivo no sonaba como en el disco, sonaba mejor que en el disco. Al sonido lo acompañaban los artilugios artísticos de Rocambole (un artista impecable) reflejados en pantallas gigantes, con una estética inédita. Si hay una palabra que los defina, creo que es “comunión”: miles de individuos perdidos en el campo de cualquier estadio, con lluvia o con sol, pasando el doble cacheo y detector de metales. Una verdadera misa. Afortunadamente, hubo personas que se habrán molestado en llevar grabadores gigantes y/o bártulos, que podrían hoy en día ser una heladera, para grabar recitales en esa época.
El arte de Rocambole para los Redonditos
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_Voy a aprovechar y contarles lo que
representaron para mí los Redondos: un recital con luces prendidas por
disturbios y gente corriendo con miedo, la llegada a Córdoba a las cinco de la
mañana y una caminata de 15
kilómetros hasta el estadio, el pogo, la espera en los
alrededores del estadio, un cordero atado comiéndose a un lobo suelto, ir a
comprar la entrada con anticipación a Zival’s
y no quedarme tranquilo hasta tenerla “a salvo” en casa, un amigo que se fue
antes de tiempo, una mosca en la sopa, una “PR” escrita con liquid paper en la carpeta de clase, un
bondi a Finisterre, la última ronda… pogo de cierre de telón cantando “Ji, Ji, Ji”.
Tanto poder tuvieron (y siguen teniendo) los recuerdos que, después de verlos, cualquier otro recital parece vacío, sin alma. Y es tal el magnetismo que, luego del primer acorde, no tardaría un segundo en saber que son ellos. Simplemente, lo siento. Es intuitivo, como si fuera una enfermedad sanguínea, incurable e inofensiva a la vez. El arte es alma y esos tipos arriba del escenario eran las dos cosas. Desde que se separaron no fui más a ver a ninguno. Tampoco fui al Italpark. |
_Consejo:
Para los recién llegados que erróneamente creen que todo lo bueno de los Redondos está editado en su discografía, se equivocan. Hay una serie de recitales grabados apócrifamente en los 80 y 90, que andan dando vuelta por Internet o se consiguen en disquerías no convencionales (si es que siguen existiendo).
Los imperdibles:
- El hombre eléctrico
- El regreso de Mao
- El gordo tramposo
- Roxana Porchelana
Para los recién llegados que erróneamente creen que todo lo bueno de los Redondos está editado en su discografía, se equivocan. Hay una serie de recitales grabados apócrifamente en los 80 y 90, que andan dando vuelta por Internet o se consiguen en disquerías no convencionales (si es que siguen existiendo).
Los imperdibles:
- El hombre eléctrico
- El regreso de Mao
- El gordo tramposo
- Roxana Porchelana