Aún en cartelera: Melancholia
Lars Von Trier experimenta con el sufrimiento en una película que logra trascender por los maravillosos efectos visuales.
Sin duda, Melancholia es una de esas películas que atraen desde lo visual: con una introducción de cinco minutos de escenas tomadas con cámara estática y provista de hermosos efectos visuales se da inicio a una lluvia de imágenes que se repetirán a lo largo de la película. Pero, ¿cuál es la trama?Encararla sin haber leído ninguna sinopsis puede causar cierta demora en el espectador para descubrir que Melancholia es en realidad un planeta acercándose a la Tierra mientras hace su lento baile de la muerte. Pero más allá del control que ejerce sobre los terrícolas, el nuevo astro aparece como elemento fantástico para ayudarnos a transitar por el alma compleja de Justine (Kirsten Dunst), quien padece de una depresión crónica y no encuentra felicidad en ningún aspecto, a pesar de tener todas las de ganar. Según Freud, la melancolía "se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo". Es claro que Von Trier hace uso de esta definición para ajustar el padecimiento de Justine a todos estos factores.
El filme cumple con una estructura que podemos llamar "bipartita": la primera pone el foco en Justine y su evolución hacia la agonía inexplicable; la segunda se interesa por explorar a Claire (Charlotte Gainsbourg), hermana de Justine, quien apuesta por la felicidad junto a su pequeño hijo y un esposo fascinado por el fenómeno interplanetario (en ese papel, un Kiefer Sutherland con pies mucho más grandes que los zapatos del personaje). Aunque empieza bien up con la pareja de recién casados de Michael y Justine, la historia se encarga de poner "peros" en todo momento: los novios van en limusina pero el vehículo no puede continuar y llegan dos horas más tarde a su propia fiesta, la celebración está increíble pero Justine dice que tiene un problema para caminar y necesita una siesta, la torta es una maravilla pero la novia no aparece para cortarla y así, sucesivamente, el ovillo de la historia cae precipitadamente por una escalera sin manera de volver atrás.
La segunda parte es quizás la más interesante porque recién ahí la película se aboca al evento astronómico ipso facto y pone en marcha el suspenso. Melancholia se acerca y el paisaje estelar se vuelve mágico con una nueva esfera del tamaño de la Luna (similar a lo que se puede ver en Another Earth). Los miedos afloran y uno se pregunta si esa belleza celestial no encubre una verdadera catástrofe. Desde ahí, el celuloide fluye con más naturalidad y rapidez hasta que desencadena en un final visualmente asombroso que impacta en las entrañas.
Por lo demás, se puede decir que los diálogos son bastante flojos, que la mejor actuación es la de Charlotte Gainsbourg (sí, la hija de Serge) y que es lamentable cómo se desaprovechó a John Hurt, que es un actorazo de primera, para darle lugar sólo en un par de escenas muy mediocres. Quitando el increíble trabajo de fotografía y efectos visuales, que levantan mucho la historia, parece difícil que esta película hubiese logrado algo. Pero en fin, está en cartelera, y vale la pena verlo sólo por el impacto final.
El filme cumple con una estructura que podemos llamar "bipartita": la primera pone el foco en Justine y su evolución hacia la agonía inexplicable; la segunda se interesa por explorar a Claire (Charlotte Gainsbourg), hermana de Justine, quien apuesta por la felicidad junto a su pequeño hijo y un esposo fascinado por el fenómeno interplanetario (en ese papel, un Kiefer Sutherland con pies mucho más grandes que los zapatos del personaje). Aunque empieza bien up con la pareja de recién casados de Michael y Justine, la historia se encarga de poner "peros" en todo momento: los novios van en limusina pero el vehículo no puede continuar y llegan dos horas más tarde a su propia fiesta, la celebración está increíble pero Justine dice que tiene un problema para caminar y necesita una siesta, la torta es una maravilla pero la novia no aparece para cortarla y así, sucesivamente, el ovillo de la historia cae precipitadamente por una escalera sin manera de volver atrás.
La segunda parte es quizás la más interesante porque recién ahí la película se aboca al evento astronómico ipso facto y pone en marcha el suspenso. Melancholia se acerca y el paisaje estelar se vuelve mágico con una nueva esfera del tamaño de la Luna (similar a lo que se puede ver en Another Earth). Los miedos afloran y uno se pregunta si esa belleza celestial no encubre una verdadera catástrofe. Desde ahí, el celuloide fluye con más naturalidad y rapidez hasta que desencadena en un final visualmente asombroso que impacta en las entrañas.
Por lo demás, se puede decir que los diálogos son bastante flojos, que la mejor actuación es la de Charlotte Gainsbourg (sí, la hija de Serge) y que es lamentable cómo se desaprovechó a John Hurt, que es un actorazo de primera, para darle lugar sólo en un par de escenas muy mediocres. Quitando el increíble trabajo de fotografía y efectos visuales, que levantan mucho la historia, parece difícil que esta película hubiese logrado algo. Pero en fin, está en cartelera, y vale la pena verlo sólo por el impacto final.