Mamá era productora de cine y trabajaba en Hollywood desde hacía poco tiempo, tal vez porque le había ido bien en la industria fílmica en la Argentina. Vivíamos en un condominio en Santa Mónica. Tocan el timbre:"Mamá, es Jeff Bridges que quiere que le dé el libreto", grité, mientras ella acomodaba las páginas de un guión.
El "libreto" al que me refería era de mi autoría y aun no estaba finalizado, pero la idea le había gustado a Jeff; en consecuencia, me pidió amablemente leer lo que se había escrito hasta entonces. Tratar con Jeff Bridges era parte de la nueva rutina pero ese hábito no dejaba de sorprenderme. Se sentía bien, claro que se sentía bien.
Por la noche, tuvimos una entrega de premios y no podíamos dejar de invitar a las estrellas de la Argentina más aclamadas. Me vi en un espejo con un vestido blanco largo de lentejuelas. Por suerte, los tacos me hacían bastante más alta. El blanco parecía estar de moda porque todos allí vestían igual. Una acomodadora me sentó al lado de Susana, que degustaba porciones de sushi llevadas a la boca con la mano mientras hablaba con la boca llena. Siempre que no mediaran las cámaras y hubiera una copa de champagne en la mesa, "la Su" contaba anécdotas de sus romances fugaces, en especial, con hombres bastante menores que ella. Para mi gusto, contaba más de lo que uno querría saber. Esa noche, mencionó que, hacía unos años, había tenido un affaire con Gastón Portal, el hijo productor del famoso protector del padre Grassi, poco después de su separación de la conductora nieta de Mariano Mores.
"Al principio, todo genial, me traía rosas, bombones y qué se yo, pin pan, pum pin, un día lo veo "abrazado" a un negro. Si vos vieras con qué amor se abrazaban... Yo no lo podía creer".
Viene el mozo a ofrecer burritos mexicanos y Susana es la primera en prenderse. Hincó los dientes en uno, como león a la presa moribunda, y no lo soltaba ni siquiera para seguir hablando. Mamá interrumpe trayendo su porción de su famoso budín de pan (había hecho uno gigante para compartir con la mesa de argentinos). Susana suelta la "víctima" y dice: ¡Qué tesora!
El "libreto" al que me refería era de mi autoría y aun no estaba finalizado, pero la idea le había gustado a Jeff; en consecuencia, me pidió amablemente leer lo que se había escrito hasta entonces. Tratar con Jeff Bridges era parte de la nueva rutina pero ese hábito no dejaba de sorprenderme. Se sentía bien, claro que se sentía bien.
Por la noche, tuvimos una entrega de premios y no podíamos dejar de invitar a las estrellas de la Argentina más aclamadas. Me vi en un espejo con un vestido blanco largo de lentejuelas. Por suerte, los tacos me hacían bastante más alta. El blanco parecía estar de moda porque todos allí vestían igual. Una acomodadora me sentó al lado de Susana, que degustaba porciones de sushi llevadas a la boca con la mano mientras hablaba con la boca llena. Siempre que no mediaran las cámaras y hubiera una copa de champagne en la mesa, "la Su" contaba anécdotas de sus romances fugaces, en especial, con hombres bastante menores que ella. Para mi gusto, contaba más de lo que uno querría saber. Esa noche, mencionó que, hacía unos años, había tenido un affaire con Gastón Portal, el hijo productor del famoso protector del padre Grassi, poco después de su separación de la conductora nieta de Mariano Mores.
"Al principio, todo genial, me traía rosas, bombones y qué se yo, pin pan, pum pin, un día lo veo "abrazado" a un negro. Si vos vieras con qué amor se abrazaban... Yo no lo podía creer".
Viene el mozo a ofrecer burritos mexicanos y Susana es la primera en prenderse. Hincó los dientes en uno, como león a la presa moribunda, y no lo soltaba ni siquiera para seguir hablando. Mamá interrumpe trayendo su porción de su famoso budín de pan (había hecho uno gigante para compartir con la mesa de argentinos). Susana suelta la "víctima" y dice: ¡Qué tesora!